El tema de las vacunas en las últimas décadas se ha convertido en un asunto, por decirlo de alguna forma “complejo”, y como si fuese poco, la aparición del coronavirus tipo 2 ha echado más leña al fuego. Lo complicado del tema, parece derivar de las creencias de las ya “miles de personas”, acerca de la poca o nula necesidad de aplicar vacunas. Unos opinan de esta forma porque se han visto desbordados por canales informales de comunicación, otros porque se les ha dicho “toda la vida” que las vacunas sólo son para aumentar exponencialmente las ganancias de las compañías farmacéuticas y así, muchas ideas más que se van extendiendo como si de una enfermedad infecto-contagiosa se tratara.
Lo cierto es que todas esas creencias si no implicaran un perjuicio para las personas vulnerables, podríamos decir que cada quien tiene vía libre para sus pensamientos y opiniones, pero… ¿saben qué? Tiene un impacto bastante desafortunado en aquellas personas más susceptibles a adquirir enfermedades contagiosas que dejándose llevar por las opiniones de los “no creyentes” (ahora popularmente llamados antivacunas) pueden llegar a sufrir enfermedades muy graves e incluso morir. Y para aclarar eso de personas “susceptibles o vulnerables” con esto me refiero a los que tienen enfermedades como: diabetes, enfermedades cardiacas, enfermedad pulmonar, VIH, cáncer, trasplantados, enfermos renales crónicos etc., etc. …
Y puestos en este punto, entonces, eso de las vacunas ¿es necesario? Pues bien, sin duda la respuesta es SIIIIIII, porque cuando la ciencia y los datos así lo demuestran, lo demás no tiene cabida. Existen ejemplos que nos evidencian tan innegable verdad, entre ellas lo que ocurrió con la viruela, que se erradicó en todo el mundo en 1979 después de un programa de vacunación mundial colaborativo dirigido por la Organización Mundial de la Salud. Y no olvidemos que la viruela, antes de la vacuna, causó la muerte a cientos de millones de personas y fue una de las enfermedades más temidas durante casi 3000 años. Hoy ha desaparecido por completo gracias a los esfuerzos de los programas de inmunización. En cuanto al sarampión, se han presentado picos y valles periódicos a lo largo de los años, pero la disminución real y permanente en la incidencia del sarampión coincidió con la autorización y el uso general de la vacuna a partir de 1963. Y de esta forma, muchas otras vacunas han dejado claro que con su aplicación estamos más protegidos.
Y bien, tras una breve pero puntual descripción de las bondades de algunas vacunas, la respuesta a la pregunta que encabeza este escrito es que verdaderamente (VERDAD), las vacunas son una gran herramienta para la ciencia porque representan uno de los avances más importantes en la salud pública, logrando la prevención y control de las enfermedades infecciosas. En pocas palabras, las vacunas hacen parte de los grandes instrumentos que han cambiado el curso de la humanidad al modificar drásticamente el sufrimiento de algunas enfermedades transmisibles.
“La ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de vida de todo progreso”
Louis Pasteur 1822-1895